Los Errores Pueden Hacer Que Vuelvas A Soñar...

Sueños... Imagenes... Palabras... Realidad... Todo listo para que no se me haga tan dificil aprender a volar. Mirame y di que estoy mintiendo... Cierra los ojos y manten el equilibrio... Si lo logras, bienvenido al mundo de los sin sentimientos... Aleja tu temor que con el mio ya me basta... El tiempo se acaba... Parte otra vez...

jueves, agosto 11, 2005

Without You I'm Nothing...

- No, no apagues la luz.
Tomaste mi mano e impediste que lo hiciera.
- Tengo miedo de la oscuridad, no quiero volver a estar en ella.
Te respondí que yo le temo a la luz, ella me deja al descubierto y ya estoy cansada de ser vulnerable.
Me abrazaste y me llevaste a ese rincón que me acompaño en momentos horribles. Decías que no me dejarías, que tus brazos estarían siempre alrededor de mi cuerpo. Llorábamos los dos, porque sabíamos que era una mentira. Tú te irías, yo me iría. Nada impediría que nuestros destinos tomaran los rumbos que correspondían. Pero las lágrimas nos engañaban por minutos y las promesas de calor y amor eterno nos entretenían y hacían sentir que aun éramos humanos.
Las heridas se habrían al mirarnos a los ojos y darnos cuenta que el brillo desaparecía. Mis dedos se incrustaban en tu espalda intentando entrar en tu cuerpo para así no tener que abandonarte.
Cuando llego la hora solo te levantaste, no me miraste ni tocaste. Mi cuerpo se tumbo en el suelo. Me di la vuelta para verte por última vez pero como a todo llegue tarde y al hacerlo ya habías desaparecido.
Golpee el suelo hasta que las manos me dolieron. Grite hasta que la garganta no emitió sonido. Llore hasta que los ojos se convirtieron en arena.
Abracé mis piernas. Mordí mi lengua hasta sangrar, tragándola para así recordar el sabor de la soledad que me enseñaste y que nunca más podré olvidar.
Me levante del suelo con un leve mareo. Apague la luz, ya no aguantaba el verme tan imperfecta.
Choque contra la mesa y tire todo lo que había en ella. Cristales rotos cubrieron el piso y mis pies los bañaron con sangre para que no olvidaran su función de guardar líquidos apasionados.
El dolor me impidió seguir caminando. Caí al suelo y un horrible humo salio de el.
Me levanto, azoto contra paredes y lanzo a un mar. Nunca aprendí a nadar, tampoco era el momento de intentarlo. Mis pulmones llenos de agua salada, calida como tu saliva, cayeron pesados hasta el fondo. Peces carroñeros devoraron mis pies heridos para que así ni en la muerte te persiguiera. Atacaron piernas, sexo, vientre, pero dejaron el corazón latiendo aun después de la muerte con mis ojos incapaces de cerrarse.
Mi sangre aun fresca corre por el mar que se transforma hoy en aliento y sudor denso que decora su piel regalándole la soledad que algún día ella también vivirá.

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